Civilización de LEGOM; una amarga dósis de realidad
El estreno de “Civilización” de LEGOM (Luis Enrique
Gutiérrez Ortiz Monasterio) ha resultado un trago amargo por la dosis de
realidad que hemos consumido quienes asistimos a la función. Como ya es
costumbre con LEGOM el realismo crítico, aplastante, manipulador de nuestra realidad
nacional es desolador.
Si el empresario está indudablemente modelado en ese gran
arquetipo (pocas veces igualado) de villano teatral que es el Iago Shakespereano,
el alcalde es quien aparece al final como el personaje más complejo de la
trama. En gran medida Alfonso Teja se lleva parte del crédito con una actuación
sorprendente, natural, de diversos matices. Logra encontrar en su caracterización
algo de simpatía en un hombre aparentemente débil pero en el fondo incisivo y
dispuesto a franquear la ley de una forma muy sutil. Como buen político
mantiene la amistad con la persona a la que le dio la espalda en favor de un
proyecto más conveniente y Teja nunca tiene que morder; toda su peligrosidad
está en su ponzoña impasible.
Contrasta con las buenas maneras del político el cinismo
desinhibido del empresario; y es que en la historia de México, a los villanos no
solo los encontramos en los palacios de gobierno. Este último, encarnado por Luis Martín,
se contrapone con el alcalde por su cinismo; grosero, blasfemo, irreverente,
pervertido. Como es costumbre a LEGOM le encanta que sintamos simpatía por los
villanos. Luis Martín, quien también dirige, muestra un dejo de suavidad en su
personaje lo que hace que en ocasiones nos cause simpatía; por ejemplo, cuando
la enfermedad prácticamente lo está consumiendo. Hay algo ligeramente velado en
la interpretación del gran hombre de teatro que es Luis Martín pero si en
ocasiones sacrifica algo de intensidad, su personaje logra contrastar bien con
el de Teja y se logran escenas de una gran naturalidad teatral. Además es soberbia
la forma en que le da cadencia a las groserías de su texto.
Roberto Cázares hace a un efectivo calculista;
paradójicamente el personaje que inicialmente muestra algo de ética pero aquel que menos logra nuestra
simpatía (quizá también porque es el personaje menos logrado de la obra); sus ticks, su desmoronamiento ético y soltura son francamente decepcionantes.
Bien podemos ver al funcionario de izquierda, proselitista, que dice tener
principios aunque en realidad no los tiene. Nelly
Casas cumple en sus silenciosas y pequeñas intervenciones como secretaria y enfermera. La dirección de Luis Martín se ha adaptado a una pequeña área de la capilla del Museo Estatal de las Culturas Populares; de esta forma el teatro nos parece mucho más directo e íntimo y el calor más soportable. Le ha permitido a Cázares decir su texto con mayor vehemencia que contrasta con la amabilidad peligrosa del alcalde y la desfachatez del empresario. Utilizando un mobiliario elemental logra puntualizar las escenas permitiendo que sean los propios actores quienes conjuren nuestra visión. Hay también ciertas decisiones bien conseguidas; desde el inicio subraya el mal que le aqueja al empresario. Los whiskys (¿O cervezas?) de un amarillo casi orina también parecen jugar con la enfermedad de forma simbólica.
Al inicio de esta reflexión he escrito sobre el trago amargo
que nos hace pasar LEGOM; en “Civilización” nadie muestra una dimensión de
integridad genuina; el calculista resiste al principio pero después sucumbe al
dinero. El político parece jurar en torno a la ley pero sabe cuándo romperla o utilizarla a su favor. El
empresario es un corrupto pero no trata de ocultarlo; al igual que Iago no cree
en Dios y tampoco está lejos de la amoralidad del Vautrin de Balzac.
En una época en que Monterrey ha perdido la brújula;
aplastado por la falta de ética y humanismo de los líderes políticos y también
varios empresarios que anteponen el dinero por encima de cualquier cosa, “Civilización”
es un espejo terrible. No hay nada velado. Ahí están retratados algunos de
estos emprendedores que tienen los recursos pero se sienten con la autoridad y
poder de quebrantar la ley a su capricho. Personajes sin rigor intelectual o
científico que hacen las cosas sin analizar; construir un edificio sin estudiar
el tipo de terreno, la ley, reglamentación o estética. Tal pareciera que la locación de la obra es la
ciudad de…
Aunque a mi parecer “Civilización” tiene algunas falibilidades como obra (El personaje del calculista potencialmente interesante pero carente de la redondez de los otros) vale la pena verse, su trama compacta y
sobretodo los intercambios naturales de los dos protagonistas bien merecen la
pena. La obra nos recordará una lección indiscutible; los mexicanos hemos
perdido la brújula.
La obra se presenta en la capilla del Museo Estatal de
Culturas Populares. Las localidades son limitadas. Del 9 de mayo al 1º de
junio; viernes y sábados 20:30 y domingos 18:00. Taquilla 3 horas antes de cada
función.
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