Conmovedora "Madama Butterfly" de Puccini en el Festival Santa Lucía



Siendo una de las propuestas artísticas más atractivas de la edición 2012 del Festival Santa Lucía, quienes tuvimos la oportunidad de asistir a la primera función no quedamos defraudados.
Debo de confesar que el atractivo de ver “Madama Butterfly” es bastante bajo para mi. Lejos de ser una de mis óperas favoritas y lejos de considerarla el mejor trabajo de Puccini, me preguntaba el por qué esa persistencia para montar el repertorio Pucciniano, como si fuera el único que puede atraer al público. Además la propuesta se promovió como la “primera vez que se escuchará desde hace 12 años”. Lo cual es incorrecto ya que el 30 de abril y 2 de mayo de 2009 “Ópera de Nuevo León” presentó dicha ópera.  Desafortunadamente, debido a la crisis de la influenza, las funciones fueron a puerta cerrada y se transmitieron por televisión estatal.  La última vez que “Madama Butterfly” se pudo ver en teatro fue hace 21 años (Interpretada por Maria Spacagna y Gian Franco Pastine).

El hecho es que esta “Madama Butterfly” resultó ser de una igualdad artística notoria. Ninguna voz desentonó; los principales protagonistas fueron interpretados con el mejor de los elencos nacionales posibles que bien podría engalanara otras escenas internacionales.
Lugar de honor se lo merece Eugenia Garza, quien  verdaderamente se volcó sobre su personaje; logró convincentemente  la transición de la japonesa ingenua y aniñada del primer acto a la mujer valiente que toma la fatal resolución. Fue la primera Butterfly de Garza, lo cual es sorprendente, dado lo bien que le queda dicho papel. Definitivamente sus medios vocales están para cantar el repertorio verista más que el belcanto de Il Trovatore, por ejemplo. Aunque siempre se ha dicho que es una buena actriz claramente lo es cuando el personaje le representa un reto pues no se puede decir lo mismo de su Leonora de hace un año.

Garza manejó su voz a su antojo, logrando momentos de gran emoción como en su aria final que no falló para conmover hasta las lágrimas. “Un bel di vedremo” sonó un poco más medida y tentativa pero pasó como un momento dramático y convincente de la ópera en lugar de un momento desarticulado. Su canto mostró sensibilidad a las dinámicas incluyendo algunos “pianos” de gran belleza. En contraste, su registro agudo a veces puede parecer metálico pero en la escuela italiana de fines del romanticismo esto no es necesariamente intrusivo.
José Luis Duval fue un Pinkerton de estupendo nivel. El papel lo conoce al dedillo. Fue convincente dramáticamente; logrando un personaje arrogante e insensible que únicamente al final muestra un dejo de compasión.  Su timbre lució bello y parejo en todos sus registros. Mejor interpretación de “Addio Fiorito asil” no podemos encontrar el día de hoy; fraseo refinado, estilo, pasión en la justa medida.

Sharpless es un papel ingrato que requiere sobretodo de musicalidad; tiene un breve dueto con Pinkerton y algunas bellas frases aquí y allá. La voz oscura de Sulvarán se escuchó plena, emotiva. Fue atento a las dinámicas del papel y caracterizó con acierto la bonhomía del personaje.
Grace Echauri cantó ese otro papel ingrato de Suzuki con gran refinamiento e impecable caracterización dramática. Sus intervenciones al lado de Garza mostraron una voz de gran presencia  y tintes dramáticos.

Del resto del elenco sobresalió José Medina como el casamentero Goro quien mostró lo importante de tener cantantes de nivel en roles comprimarios; su caracterización fue excepcional y dio un sentido de reposo al drama en los momentos de tensión.  Oscar Martínez también fue demasiada pieza para el Comisario, mostró tablas dramáticas al igual que Oscar Velázquez como un Bonzo de buen fuelle.
Si todos estos elementos vocales estuvieron al servicio del drama, dos personas fueron fundamentales para lograr el cometido;  Juliana Faesler en una acertada y meticulosa propuesta dramática; rescatando con fidelidad el costumbrismo japonés; marcando los contrastes entre la cultura oriental y occidental ; y haciendo de la muerte de Butterfly un momento poético con la incorporación del espíritu de su niñez (interpretado soberbiamente por la bella niña Natzuki Watanabe), afortunadamente estuvimos lejos del melodrama burdo y poco convincente.

Enríque Patrón de Rueda mostró su compenetración y conocimiento completo del repertorio pucciniano con una lectura de gran sensibilidad; logró algunas de las sonoridades más sutiles que le hemos escuchado a la OSUANL y me atrevo a decir que ha sido la función más esplendorosa y homogénea de ópera que se la escuchado al ensamble en años. Sus tiempos siempre permitieron a los cantantes respirar y frasear su música. Sobretodo fue de nota la continuidad lograda en el último acto en donde dio rienda suelta a los metales logrando un dramatismo estrujante.

Aunque Butterfly es esencialmente una ópera intimista la prestación coral fue correcta aunque se echó en falta un cuerpo de voces más numeroso, principalmente en el atmosférico coro a boca cerrada.
Algo que no me gustó ni apruebo del todo fue el nivel excesivo de los micrófonos ambientales. Se notó el momento que subió el volumen artificialmente. Es cierto que como es costumbre, en Monterrey tenemos pésimos teatros para apreciar la música (¿Cuándo impulsaremos un proyecto para construir un teatro como debe de ser?) pero esto resultó excesivo.

Aquellos que estuvieron a cargo de la preparación musical y artística lograron un trabajo superior a lo que se ha visto recientemente en ópera de Nuevo León.

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