El de la Triste Figura; Ignacio López Tarso, hechiza como Don Quijote
El teatro sigue siendo un lugar especial donde las noches mágicas se
dan. Todavía más relevante cuando se cuenta con una de las glorias de la
actuación mexicana en la figura de Ignacio López Tarso. El legendario actor
capitalino mostró una energía mercurial que hace que sus 87 años de vida
parezcan mentira. Caminando lento pero
fluido, con larga y espesa barba blanca, inconfundible cabellera; conquistó al
público no por ser quien es sino por esa maestría de oficio, ese compromiso con
los clásicos. Nos presentó a un Don Quijote que se transfiguró ante nuestros
ojos, nos hizo reír, nos conmovió, nos hizo derramar lágrimas.
“El de la triste figura” es un buen ejemplo del mejor teatro de atril.
Contar con un elenco pequeño de calidad como el que encabezó el gran histrión
junto con su hijo Juan Ignacio Aranda, quien, no menos importante, desplegó un tour de force encarnando a varios personajes del mundo cervantino
incluyendo al rústico escudero Sancho Panza. Gabriela Pérez Negrete lució bella
y natural en el escenario como la narradora y algunos personajes deliciosos
como el Trucumán. Acompañó
en la guitarra Guillermo González Phillips realizando algunos interludios
excepcionales con música y canciones del renacimiento español.
No requerimos de escenografía, tan
solo algunos sutiles cambios de luz, el movimiento sugerido de los actores, los
gestos, la dicción clara y la caracterización. La producción mostró un sonido
limpio así como el empleo efectivo del hielo seco para la escena de la
procesión fúnebre.
La obra, adaptación del director Javier Orozco y del propio Juan Ignacio
Aranda utiliza diálogos originales de Cervantes, compacta de forma efectiva la
acción e introduce los pequeñas narrativas que puntualizan con buen gusto la
escena. En cierta forma la propuesta se acerca a la obra didáctica pues no sólo
tenemos la reflexión de esa gran
obra de la nostalgia que es Don Quijote de la Mancha sino que el disfrute
tendrá a llevarnos de nueva cuenta a dar un vistazo a la obra original. Esto
queda implícito y explícito en la narración.
A momentos de gran comicidad como la escena de las ovejas y carneros así
como la desgracia que le acontece al titiritero Maese Pedro cuando Don Quijote
confunde el teatro con la realidad, tenemos también el patetismo humano del
pobre caballero. El momento cumbre, a mi entender, fue la escena de la carta a
Dulcinea por la poesía del texto, la calidez del trabajo de López Tarso, nos
identificamos con esos destellos de lucidez del caballero de la triste figura,
los cuales poseen mayor profundidad que el resto de los personajes “cuerdos”;
¿Por qué Don Quijote no tendría la libertad de ver con sus galantes ojos a
Dulcinea del Toboso? Sancho Panza aprende una lección que aquellos que se
burlan son incapaces de penetrar.
“El de la triste figura” es un un divertimento que provoca el
reenamoramiento con la humanidad, la alegría de estar vivos, la oportunidad de
reflexionar en torno a lo risible de algunos aspectos de nuestra vida diaria,
la oportunidad de reconquistar las cosas que valen la pena de nuestra
existencia. Esa es la magia de Cervantes
y esa es la magia de ese señor actor Ignacio López Tarso, el cual hace que nos
avergoncemos del teatro fácil y comercial que pulula actualmente nuestras
salas.
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