De Profundis
Oigo el llanto de dos bebés, un suspiro en las inmediaciones de las cuatro paredes de mi encierro voluntario, el sonido de dedos sobre el teclado – no muy diestros.
Hoy es nochebuena ¿Y qué? No es esa nochebuena idílica o pastoral de las óperas rusas de Rimsky con sus diablos o alcaldes inútiles y jocosos. No es la nochebuena de mi infancia con su felicidad ingenua, el regodeo en las insignificancias. Toses y quejidos se escuchan en el cuarto de al lado, el llanto desquiciado de un neonato. Hoy es nochebuena mexicana ¿y qué?
El mar, el mar recomenzado, abotagado de cadáveres de optimistas con vestiduras de plomo. Hoy no hay un rudo y breve recitativo para los barcos surcando el océano con sus velas henchidas por el viento vociferante. La armada invencible mexicana emulando a sus gloriosos conquistadores naufraga inconspicua, casi desganadamente frente al maelstorm de la certeza indeterminada.
Hoy es nochebuena, paupérrima y desilusionada. Nochebuena de la generación de la modernidad fallida descrita por Krauze, aferrados al poder en todos niveles. La generación X, vacunada de caudillos, de éxitos fáciles, de fanfarronería. No tenemos cabida. No importa el ahínco de los libros, de las aventuras, del riesgo por los sueños. Los jóvenes tlatoanis rindiendo culto a los mismos saqueadores aferrados impasibles per secula seculorum a la tetilla pública. Perseguidos por fantasmas, burlados, andamos para continuar en el mismo lugar. La generación traicionada. Consumida de relámpagos. Golpeada por la invisible espuma sin paz. La generación X que naufraga en el Trafalgar mexicano.
Oigo el llanto del hambre, de la esperanza. Salvaje, chocarrera. Senda de paradojas. Canales del desove de las interrogantes apiladas. Casas carcomidas de lama y agua estancada murmurante. Fonógrafos color mate deshojando sus partituras al sonar de la barcarola de Fra Diavolo, Jadlowker rayado. Perdidos en el polvo de los tiempos, pasito inmortal de Pardavé.
Hoy es nochebuena, de gritos y susurros. De villancicos jocosos disminuyendo su cadencia hasta lo terrorífico. De tiempos pasados sin retorno. De glorias que nos repele revivir. De caudillos enterrados en las arenas de la ignominia. Hoy es nochebuena de la generación X, de la generación de las oportunidades menguadas. La nochebuena del no obstante malogrado. Esperemos alegres el nacimiento, la vuelta de tuerca. Veamos sobre esa roca el amanecer de azules pasteles porque hoy es nochebuena ¿Y qué?
Oigo el llanto de dos bebés, un suspiro en las inmediaciones de las cuatro paredes de mi encierro voluntario, el sonido de dedos sobre el teclado – no muy diestros. El golpeteo de las agujas avanza lentamente encuadrado por la sonrisa de la artificialidad muerta.
Hoy es nochebuena ¿Y qué? No es esa nochebuena idílica o pastoral de las óperas rusas de Rimsky con sus diablos o alcaldes inútiles y jocosos. No es la nochebuena de mi infancia con su felicidad ingenua, el regodeo en las insignificancias. Toses y quejidos se escuchan en el cuarto de al lado, el llanto desquiciado de un neonato. Hoy es nochebuena mexicana ¿y qué?
El mar, el mar recomenzado, abotagado de cadáveres de optimistas con vestiduras de plomo. Hoy no hay un rudo y breve recitativo para los barcos surcando el océano con sus velas henchidas por el viento vociferante. La armada invencible mexicana emulando a sus gloriosos conquistadores naufraga inconspicua, casi desganadamente frente al maelstorm de la certeza indeterminada.
Hoy es nochebuena, paupérrima y desilusionada. Nochebuena de la generación de la modernidad fallida descrita por Krauze, aferrados al poder en todos niveles. La generación X, vacunada de caudillos, de éxitos fáciles, de fanfarronería. No tenemos cabida. No importa el ahínco de los libros, de las aventuras, del riesgo por los sueños. Los jóvenes tlatoanis rindiendo culto a los mismos saqueadores aferrados impasibles per secula seculorum a la tetilla pública. Perseguidos por fantasmas, burlados, andamos para continuar en el mismo lugar. La generación traicionada. Consumida de relámpagos. Golpeada por la invisible espuma sin paz. La generación X que naufraga en el Trafalgar mexicano.
Oigo el llanto del hambre, de la esperanza. Salvaje, chocarrera. Senda de paradojas. Canales del desove de las interrogantes apiladas. Casas carcomidas de lama y agua estancada murmurante. Fonógrafos color mate deshojando sus partituras al sonar de la barcarola de Fra Diavolo, Jadlowker rayado. Perdidos en el polvo de los tiempos, pasito inmortal de Pardavé.
Hoy es nochebuena, de gritos y susurros. De villancicos jocosos disminuyendo su cadencia hasta lo terrorífico. De tiempos pasados sin retorno. De glorias que nos repele revivir. De caudillos enterrados en las arenas de la ignominia. Hoy es nochebuena de la generación X, de la generación de las oportunidades menguadas. La nochebuena del no obstante malogrado. Esperemos alegres el nacimiento, la vuelta de tuerca. Veamos sobre esa roca el amanecer de azules pasteles porque hoy es nochebuena ¿Y qué?
Oigo el llanto de dos bebés, un suspiro en las inmediaciones de las cuatro paredes de mi encierro voluntario, el sonido de dedos sobre el teclado – no muy diestros. El golpeteo de las agujas avanza lentamente encuadrado por la sonrisa de la artificialidad muerta.
Comentarios
Felicidades!
Rafael Blásquez