Rigoletto Discreto con Destellos Luminosos : Galina Vishnevskaya Opera Center en Monterrey, 19 de septiembre
Tras 14 años de ausencia regresó Rigoletto a Monterrey. Si bien esto no se dio por la puerta trasera podemos soñar con funciones más efectivas desde el punto de vista dramático. Si la ópera se llamara “Gilda” el éxito hubiera sido incuestionable, desafortunadamente el trabajo de Yuri Baranov como Rigoletto, frío y demasiado burlesco, no pudo transmitir el drama de uno de los personajes más humanos del repertorio verdiano.
En cierta forma el Galina Vishnevskaya Opera Center cumplió las expectativas de lo que esperábamos de una compañía rusa de esta índole; una sólida escuela musical, voces sonoras a la vieja usanza y una orquesta sólida de sonido ruso aunque de ejecución variable. Otra característica fue la declamación eslava de las voces, sobretodo en lo que respecta a los artistas que encarnaron al Duque de Mantua y Rigoletto. En general se apreció un sólido trabajo provinciano, entusiasta que en sus mejores actores alcanzó primeros niveles como en el caso de las dos mujeres principales.
Uno de los problemas de la puesta en escena fue la dirección de Ivan Poposky el cual concibió a Rigoletto como un melodrama bufo en donde los movimientos escénicos ingeniosos nos distrajeron del drama. La primera escena del primer acto fue un preámbulo desconcertante en donde Poposky concibió a los cortesanos como marionetas del duque pero esta visión subconsciente de la trama no aporta nada coherente al resto de la obra. La escenografía fue minimalista con vestuarios vistosos y de época pero cuánto hubiera podido aportar a este concepto el trabajo virtual de artistas como Rafael Blásquez. El tercer acto tuvo también algunas incoherencias en donde claramente vemos una ruptura de los planos dimensionales; de pronto la casa de Sparafucile perdía las paredes ad libitum.
Irina Dubrovsakaya se constituyó en la estrella de la noche con una voz de soprano lírico-ligera, bien timbrada, homogénea, agudos impecables, bella presencia escénica y conmovedora. No se puede escuchar una Gilda mejor interpretada. Dubrovsakya mostró la gran escuela de la que es heredera y estamos seguros que pronto estará cantando en importantes casas de ópera. El “Caro nome” fue un momento que me quitó el aliento, vaya, ni siquiera en el MET he escuchado una interpretación de tal seguridad y candor.
El Rigoletto de Yuri Baranov fue burdo y frio a pesar de la seguridad vocal del barítono. Su voz oscura y pastosa parece más adecuada al repertorio ruso pues su fraseo poco elegante no le permitió penetrar en las sutilezas del personaje. Aún así hay que agradecer su atención al texto el cual cantó sin extrapolaciones del registro alto.
Nurlan Bekmukhambetov posée una voz de tenor lírico ligero de timbre ingrato pero de agudos seguros. Parece una voz más bien destinada al belcantismo rossiniano que a Verdi. Cumplió escénicamente encarnando a un joven arrogante. Su italiano no fue muy idiomático pero compenso con una segura línea vocal.
La Maddalena de Kristina Fush fue una delicia de sensualidad. Además de su belleza, la mezzosoprano posee una de esas voluptuosas voces eslavas, oscura y expresiva. Supo imponerse a su hermano Sparafucile con una autoridad que no siempre se puede apreciar en este jugoso comprimario.
Evgeny Plekhanov y Nikolay Anisimov cumplieron en sus papeles de Sparafucile y Monterone respectivamente. Ambos son dignos ejemplos de la tradición rusa de bajos. De Plekhanov apreciamos el lirismo del instrumento, no así su juventud que no quedaba acorde a su papel. Anisimov ha sido uno de los Monterones más imponentes que hemos visto en cualquier parte. La firmeza y carácter de su instrumento sobresalieron en la floja escena del primer acto.
La orquesta cumplió sin estar a la altura de la OSUANL, falsas notas de los cornos y en algunos solos de las maderas contribuyeron a desequilibrar un poco el trabajo que en general fue homogéneo y con ese típico sonido orquestal ruso, rasposo. La dirección musical de Yaroslav Tkalenko estuvo al servicio de los artistas sin subrayar del todo los momentos dramáticos de la partitura.
Gracias al trabajo de Irina Dubrovskaya, valió la pena la espera de 14 años para escuchar Rigoletto en la ciudad, si tan solo en la próxima presentación de esta ópera contemos con un Rigoletto de nota…
Errare Humanum Est: La presentación de Rigoletto se constituyó como el primero de los eventos artísticos del "Mini Forum", Festival Internacional de Santa Lucía. Un comienzo grisáceo diría yo. El programa de mano contenía un error bastante notorio. No quisiera achacarlo al Presidente de CONARTE Romeo Flores Caballero (a pesar que el firmó el prefacio) pero si a su equipo de trabajo. ¿Acaso no pueden revisar el material antes de imprimirlo o escribirlo? Cito textualmente refiriéndose a las óperas de Bizet y Verdi que presentaron los rusos: "...porque nos hacen posible el disfrute de estos clásicos de las óperas de Puccini y Bizet.." ¿Y donde quedó Puccini?
Comentarios
En el último párrafo de mi reseña "Rigoletto discreto" abro con las palabras "Errare Humanum Est" cuya traducción libre es "Es de humanos cometer errores". Es claro que mi párrafo no hace referencia a errores ortográficos sino a un error de memoria o lapsus, el cual es peor cuando viene "respaldado" por una firma de peso, como la del Presidente de Conarte. El libreto de la flauta podrá tener errores ortográficos pero no pifias tan obvias de cambiar un compositor por otro. En cuanto a contenido de lo que aparece con mi firma soy cuidadoso y exhaustivo de la misma forma que lo fue Fernando Treviño Lozano quien era el Presidente del Consejo de Ópera de Nuevo León y también Director del Centro de las Artes en esa época. Ese tipo de errores se solucionarían si el equipo de trabajo hiciera lo que le corresponde. Estoy seguro que el error no fue de Romeo Flores sino de su equipo, lo cual es lamentable porque a los ojos de los que si leen o saben queda en duda su conocimiento del evento.
El ser humano es perfectible y tiende a buscar la perfección. Muchos de mis artículos los reviso incluso meses después, nunca estoy 100% satisfecho. Los errores de ortografía o de sintaxis recaen en última instancia en manos del editor o de quien se está ocupando de la edición. Con el libreto de "La Flauta Mágica" así como con otros anteriormente varios del consejo hacíamos labores de corrección y es claro que al dividirnos el trabajo se colaban errores. No así errores de contenido, menos si uno está firmando alguna nota o artículo.
Por último me parece un poco mediocre justificar la falla en el libreto de Rigoletto apuntando a otras fallas anteriores. Cuando uno comete un error agradece la recomendación y se pone a trabajar para hacer las cosas mejor a la siguiente. Si nos justificamos con errores anteriores nos convertiremos en unos mediocres y ¿acaso eso nos hace mejores?