Entrevista a Gilles Cachemaille
Mi encuentro con el barítono suizo Gilles Cachemaille fue premeditado. Como jefe de la estación de música clásica y cultura de Monterrey tengo como parte de mis responsabilidades la organización del Festival Música en otoño, un evento de 9 años de trayectoria.
Digo premeditado pues desde hace dos o tres años había albergado traerlo a Monterrey. Hombre delgado, de caminar jovial e impecable, frente amplia, nariz portentosa – cual buen francés – y dotado de cierta reserva inicial que se disipa en la primera conversación, Cachemaille me saluda con una sonrisa fina y lo primero que me dice es “Oh… vine solo de Suiza”(sin pianista), dos segundos antes de que me desvaneciera por la noticia, cual buen comediante y con un timing preciso añade “es broma…está pasando inspección en la aduana” Su inglés es regular con una dicción afrancesada y una acentuación más francesa que inglesa. Nuestra conversación se da en inglés (México-francés) y francés (México-suizo). El cansancio de 24 horas viajando no se hace esperar y nuestra conversación en el primer día es parca, tal como se da en algunos cibercafés. Al día siguiente las cosas mejoran mucho, lo trato de retar en mi auto con un recital de canciones, inmediatamente reconoce al artista: Gabriel Bacquier. Se entusiasma y me relata algunas historias de éste barítono ya retirado y con el cual cantó 20 años atrás. “En la escena era un profesional y un torbellino de vitalidad, fuera de ella le encantaba perseguir mujeres tras bambalinas, solía presentarse 15 minutos antes de la función (para cantar Leporello por ejemplo), jamás calentaba y llegaba saludando a todo pulmón “Bon soir, C’ ava bien?... Je travaille la résonance” (Trabajo la resonancia de la voz) eso era todo”. “Se maquillaba y peinaba el mismo, una escuela antigua de canto”.
Sobre su amor a Mozart y su preferencia entre Leporello y Giovanni comenta que “Don Giovanni es más difícil… no vocalmente, pues Leporello es muy exigente y tiene una tesitura que cae muy abajo, por ejemplo en los ensambles, pero dramáticamente, muchas personas tienen un concepto muy específico de lo que quieren como el Don, un hombre maligno, oscuro, seductor y esto complica más la creación del personaje”. Le pregunto sobre algunas de sus grabaciones “El Leporello lo he grabado dos veces, una en estudio y otra en vivo… El Don Giovanni lo tengo registrado en video, desafortunadamente fue en la segunda de las dos puestas en escenas en Glyndebourne, la primera contaba con Simon Rattle en la batuta y con la magnífica Amanda Roocroft… sin embargo la segunda fue la que se grabó, se requirió un tiempo exhaustivo para el montaje (aproximadamente 20 días) y además yo estaba un poco enfermo”. Sobre sus presentaciones en recital comenta “En la actualidad me gusta cantar más el recital que la ópera ya que ésta última representa un gran sacrificio y a estas alturas de mi carrera no quiero estar tanto tiempo fuera de casa”
Me platica sobre su amistad con el director de orquesta suizo Armin Jordan (fallecido en el 2006) quien era un fumador empedernido (más de 5 cajetillas diarias) y un gran director de Wagner (“Lo hacía lírico y le quitaba todo el sobrepeso de la tradición”). Pero vayamos a la entrevista formal para acercarnos al ser humano que es Gilles Cachemaille:
¿Cómo llegaste a la música?
Comencé muy tarde. Cuando era niño cantaba en la escuela, era normal que cantaramos a dos o tres voces, esto era normal y benéfico para el oído. Cuando cumplí doce años comencé a cantar canciones en francés, rock and roll, Elvis Presley y un poco de Beatles, también tocaba la guitarra pero lo hacía por placer. Una vez que terminé mis estudios de primaria, asistí a la escuela normal con la intención de ser maestro, ahí teníamos la oportunidad de escoger música como una materia electiva. Después de la escuela normal me dijeron “usted tiene voz” así que comencé a practicar en serio a los 21 años. Por seis años enseñé y alternativamente estuve perfeccionando mis estudios vocales. Pensé ¿Por qué no? Cuando cumplí 28 años me di cuenta de las posibilidades de hacer oratorio y cantar con coros, era una buena disciplina. No tenía nada que perder, después de todo siempre podía regresar al magisterio. Finalmente recibí mi diploma de canto en el Conservatorio de Lausana. Comencé a cantar en recitales pero deseaba una carrera de cantante así que tenía que buscar audiciones, ese era el camino.
¿Dónde realizaste tus audiciones?
Tuve una o dos audiciones, pero para mi la más importante fue para la Ópera de Lyon en 1981. John Eliot Gardiner era uno de los que estuvo presentes en esa ocasión. Me llevaron también a Aix en Provence. Fue así que llegué a cantar “Les Boreades” de Rameau lo cual fue algo difícil ya que para mi era un mundo nuevo, Gardiner fue un gran orientador, hombre preciso y con un oído meticuloso. Fue una gran experiencia y me invitaron a cantar en el ensamble de la ópera de Lyon. Canté distintas producciones en dos años y éste fue el comienzo de mi carrera. También tenía la oportunidad de cantar en Ginebra que era un lugar operísticamente más importante pero los papeles que me ofrecían eran menos importantes así que preferí ganar menos dinero pero cantar mejores papeles. Canté Figaro en “Le nozze di Figaro”, Guglielmo en “Cosi fan tutte”, Papageno en “Die zauberflote” y “Les Boreades”. Una decisión inteligente como puedes ver.
Puede decirse que tu carrera despegó en Lyon
Tuve la oportunidad de hacer varias cosas en Francia y más adelante en Alemania.
¿Cuál es tu opinión con respecto a tu tipo de voz? Algunos dicen que eres barítono, otros comentan que eres bajo barítono...
El problema es complejo pues toda la música anterior a los 1820’s únicamente tenía dos tipos de voz para el hombre; tenor o bajo. Después de 1820 aparece el barítono como una posibilidad. Quizá por el color de mi voz soy barítono pero si canto oratorio entonces soy un poco más bajo. Si se me describe como bajo-barítono es que cabe la posibilidad de adquirir características de uno u otro. Para mi nunca fue difícil cantar partes para bajo en oratorio como Bach, Haydn, Mozart o Berlioz. Pero por supuesto jamás cantaría la Misa Solemnis, Sarastro, Commendatore u otros papeles similares. En Mozart la tesitura es extraña pues nunca es muy alta – a veces un poco baja – pero un barítono con rango bajo lo puede cantar. Jean Pierre Ponnelle por ejemplo filmo le Nozze di Figaro con Ficher-Dieskau y Herrman Prey y ambos son barítonos líricos, pero esto para mi no es una distracción, ambos suenan muy bien. (La música de) Mozart es en realidad música de cámara y el balance lo da el color, no es necesaria una voz grande. En Don Giovanni es lo mismo. Me hubiera gustado de joven tener una voz más oscura, más confortable para éste tipo de papeles.
¿Momentos memorables?
En 1985 participé en una audición en Salzburgo y ahí estaba Elizabeth Schwarzkopf. Elegí “Non piu andrai” (comienza a cantar las líneas iniciales) a los pocos compases me dice “deténgase, deténgase.... por favor señor cántelo de nuevo en tiempo Karajan” (risas) ¿Tiempo Karajan? ¿Qué es eso? Me explicó cantando unas líneas. ¡Ah! Ya veo. De ahí surgieron invitaciones a Hamburgo para una producción nueva de Don Giovanni, también a participar en una ópera nueva de Liebermann en Ginebra. Así que en Salzburgo canté Figaro y en Hamburgo Leporello ¿Quién era Don Giovanni en Hamburgo?¡El gran Samuel Ramey!
¡Samuel Ramey!
Fue el comienzo de una catástrofe.
¿Por qué?
Tal vez en principio fue buena idea que yo cantara el Leporello porque en cuerpo y vivacidad yo era el indicado, pero no para el balance de la voz, Ramey es un basso cantante de voz oscura y una vez que se entra a los ensambles Don Giovanni canta un tercio arriba de Leporello y la voz, maravillosa, de Samuel Ramey nunca alcanzaba un piano, en todos los ensambles estuve cubierto (risas) así que tuve que empujar la voz como nunca, además tenía que correr prácticamente por tres horas en el escenario. La producción estaba llena de escaleras, toda una hazaña atlética. Además en aquella época yo era como muchas personas suizas; estúpido y disciplinado (risas) cuando el director pedía algo yo asentía “haré esto” “haré aquello”. En la actualidad me agradan las óperas en concierto ya que uno puede mantener la expresión y la voz, uno no tiene que correr.
Me da la impresión que tu siempre te sentiste cómodo sobre el escenario
Si, por 20 o 25 años, pero con el mismo problema que tengo en la actualidad; puedo ser flexible y relajado pero dentro de mi tengo la intranquilidad de lograr lo que quiero con mi canto. No alcanzo a veces la precisión, equilibrio y matices que deseo. Me dicen que no hay ningún problema, que tengo todo eso de alguna u otra forma. Quizá si pero para mi es un problema. Conozco grandes actores, no cantantes, que odian hacer cosas pequeñas. Hice un Leporello en la Volksoper en donde tenía que ir por una botella, tomar la botella, abrir la botella, hacer esto y aquello además de hablar. Muchos actores odian esto porque esto no es normal en la vida. Como cantante no puedes colocar la voz adecuadamente cambiarla de lugar (se levanta de la silla y comienza a realizar las acciones que describe). Se pierde lo esencial y la expresividad.
Otro mundo distinto es la producción de Don Giovanni de Peter Brook. Muchas personas odiaron esta producción porque no había nada en ella. Si, bueno, había vestuarios, luces. Cada noche era diferente, plena de improvisaciones.
¿Cuál es tu opinión de éste tipo de producciones?
¿Qué puedo decir? Si yo tuviera que producir Don Giovanni quizá no lo haría de esa forma pero el pensamiento teatral es interesante. Ahora que murió el gran cineasta Ingmar Bergman estoy seguro que a muchos no les importó. De hecho varios deben odiar los filmes de Bergman porque son nada. Pero al mismo tiempo son tan interesantes porque esa es la realidad humana y su problemática. Puede ser que en algún momento yo pueda encontrar esto aburrido pero en otro momento algo extraordinario, lo mismo sucede con Peter Brook. Lo interesante de la profesión de cantante es que puede que en cierto momento en escena no canto, no actúo y sin embargo estoy aquí y la mitad de este trabajo es escuchar lo que dice ese hombre o esa mujer y al mismo tiempo reaccionar emocionalmente a lo que estoy escuchando, para mi en la actualidad la ópera tiene que ser así. Hace cincuenta años no era así porque entonces uno cantaba, te preguntaban ¿Sabe actuar? “no, únicamente canto”. La ópera es teatro también y ahí la vida continúa si uno no canta.
Mozart ha sido un compositor importante para ti a lo largo de tu carrera ¿Accidente o devoción?
Mozart es a la música lo que Chaplin es al cine. Su música es una cosa extraordinaria y el resto es también inteligente; es la vida; a momentos graciosa, a momentos seria, trágica, es la vida. Toda la humanidad resumida en sus óperas.
¿Te consideras exponente de una tradición de canto francés?
Soy maestro desde hace ocho años. Es interesante porque ahora en todos los conservatorios de Europa hay muchas personas que quieren cantar, especialmente mujeres sopranos. Desde hace treinta años el nivel en los conservatorios se ha incrementado. Ahora tenemos más voces buenas. Reciben una educación más completa que antes; lenguaje, declamación, postura corporal, yoga, etc. El nivel en los concursos es más alto que hace treinta años, pero ¿tenemos mejores personalidades? Ayer, por ejemplo, escuchábamos a Gabriel Bacquier en el carro. Jamás tuvo problemas en su vida como para pensar a fondo en su voz o cómo colocarla, solamente cantaba y ya. Me llegó a decir “Cuando tenía 50 años tuve algunos problemas en el pasaje” pero eso no es novedad para varios cantantes que llevan tiempo cantando. No había ninguna obsesión vocal en Bacquier, únicamente cuando tenía que explicar alguna cuestión en una clase maestra “Tengo las palabras para enseñar a comprender la voz”. En una ocasión impartió una clase maestra y una soprano se le acercó “Oh, Gabriel me encanta mi voz” (imitando a una soprano), “Escúchame chiquita, el que te encante o quieras tu voz no tiene importancia” (imitando la voz resonante de Bacquier). Bacquier no era un músico tan preciso pero el mensaje (el carácter) estaba ahí.
Regresando al tema de la tradición francesa, yo no estoy dentro de esa tradición porque yo me encuentro entre dos conjuntos (al ser suizo-francés). Mi posición es similar a la del célebre director de orquesta Armin Jordan quien acaba de morir hace un año. Suiza es un conjunto de culturas, tenemos que hablar alemán y francés, es como una cruza entre culturas.
Entonces en cierto sentido (tu escuela) es una tradición suiza
No existe la tradición suiza, pero muchas personas extranjeras llegaron a Suiza entre la primera y la segunda guerra mundial. Personajes como Stravinsky, Diaghilev, Paderewsky, Haskill estuvieron un tiempo en Suiza. Regresando a lo de la tradición francesa ¿Qué es lo que no estaba tan bien en esta tradición? Las grandes voces cantaban ópera pero no eran especialmente buenos músicos.
Tenían la voz pero no una sólida preparación técnica
Por ejemplo, me gusta mucho Ernest Blanc, barítono francés
Qué voz tan bella
Una voz bella en verdad pero no creo que fuera el indicado para cantar por ejemplo “Las historias naturales” de Ravel. El era más bien un artista del arte lírico. Lo mismo con Rene Bianco…
Robert Massard
Robert Massard era más bien una voz lírica, pero en ópera. Creo que Gabriel Bacquier era bueno también en la canción de arte pero los verdaderos maestros de la melodía francesa no tenían grandes voces.
Gerard Souzay
En efecto, a veces la laringe estaba entre los oídos y había un poco de estrés. Está la pareja de Poulenc Pierre Bernac, el era más bien comediante en un principio. Charles Panzera…
Con respecto a la vida del cantante de ópera…
Es una profesión extraña, pero después de 20 años ya no me interesa hacer una producción en la que tengo viajar y estar en una ciudad en la que no conozco, esperar en el aeropuerto o esperar en el auto, trabajar con un director que no es agradable, trabajar varias semanas con un director de ideas locas (risas), aguantar a una prima donna que después de haber trabajado 10 días sin ella por fin hace su aparición y dice “Oh, estoy cansada, muy cansada para ensayar”(imita una voz de soprano) Hay cantantes para los que los viajes constantes es su vida pero para mi es difícil ser tan flexible. El canto es vivir dentro de una jaula de oro. De oro, pero será siempre una jaula, no hay libertad”
Tal vez tu libertad se encuentra en el escenario
Eso es verdad, sobretodo cuando uno puede trabajar con gente como Peter Brook. Cuando uno está en escena, cada función debe ser como una nueva obra.
¿Cual te gustaría que fuera tu legado?
(Queda muy pensativo, sonríe y respira profundamente) No lo se. No estoy seguro. No es un sueño pero muy seguido quisiera ser como un niño, uno envejece pero quiero seguir siendo un niño. Es como una obra que sigue siendo una obra. La vida es una obra. Espero que a las personas que me vieron les haya dejado un rato agradable.
Estamos en un mundo globalizado y todo es competencia y así es esta profesión. Pero en una profesión artística todavía tenemos cierta libertad, libertad de jugar como un niño, improvisar. Peter Brook lo dijo muy bien; si es aburrido entonces no es arte.
Ricardo Marcos G.
Comentarios